lunes, 28 de abril de 2014

16.- Algo sí sabemos sobre los partidos

       Sabemos que la derecha nunca asumirá las exigencias de los "indignados". Sabemos que , antes o después, los criminalizará y los equiparará a alguna organización terrorista. Es la táctica habitual. Así justificará la violencia del Estado contra quienes se rebelan. Escuchar la voz de la calle sería negar su propia naturaleza. Lo que se puede esperar de ella es que esfuerce en destruir cualquier avance del movimiento en la consideración social. Tiene tres instrumentos de los que acostumbra a hacer uso cuando la empresa lo merece: La manipulación de la realidad mediante los medios afines o la descarada colonización de los medios públicos, el diseño de las leyes – más bien decretos-ley que no precisan trámite parlamentario- a la medida de sus intereses  y la contundencia en la aplicación de las medidas de represión que la ley les permita.
            En realidad es una postura coherente. La derecha política aboga por conceder las funciones de gobierno al capital. El estado se reserva la defensa del orden, “el monopolio de la violencia” en palabras de Weber. Ha sido siempre así. Por supuesto que el orden al que se hace referencia es el orden establecido por los intereses económicos.
            Y esa conjunción de intereses cruzados es la que nos ha arrastrado a la situación actual.
            Los de abajo – por emplear las palabras de las pancartas de Sol- reclaman un estado legitimado por la defensa de la igualdad ante la ley y que se empeñe en defender los derechos fundamentales establecidos en la Constitución, como la educación, la salud, el trabajo, la vivienda… y tantos otros. Ese estado es imposible sin recursos, que consigue mediante los impuestos. Y el sistema impositivo, para ser justo en sus procedimientos recaudatorios, ha de basarse en la progresividad. Dicho en palabras llanas, “quien más tiene, más paga”. Es una forma razonable de equilibrar desigualdades sociales mediante el acceso a servicios públicos de calidad para toda la ciudadanía, independientemente de su grado de riqueza.
            Los de arriba ven esta situación injusta. Sea cual sea la procedencia de su riqueza o los procedimientos que hayan empleado para conseguirla, la consideran un logro personal, producto de su trabajo, de su inteligencia, de su buena fortuna, o del esfuerzo de de sus antepasados. Es su propiedad privada; tienen derecho a defenderla y a acrecentarla. Ese objetivo se antepone a cualquier consideración moral o de justicia social. Conscientes de que un estado fuerte o excesivamente controlado por los representantes de los de “abajo” tendrá la tentación de actuar contra sus intereses, estarán siempre actuando para que eso no suceda. El instrumento de poder de un estado independiente, sus recursos, procede de los impuestos. Pues ya está. Establezcamos un pensamiento dominante que justifique nuestra posición. Y el pensamiento dominante es “el capital genera la riqueza de las naciones, provee de puestos de trabajos, mejora nuestro acceso a bienes y servicios; no se le puede importunar con exigencias, como que ayude a equilibrar desigualdades con el pago de impuestos; las cargas, para el resto de ciudadanos”.
            ¿Parece exagerado?
             Durante un breve periodo de tiempo hice un seguimiento de la prensa en el sentido de las palabras que anteceden. Oigamos  y saquemos las conclusiones pertinentes.
            La crisis y la conciencia de que por ahora dominan la partida les permite manifestarse con total impunidad. Todas las medidas van encaminadas a los recortes en salarios, derechos, prestaciones sociales…. ¿Alguien ha oído mencionar recortes en los beneficios de la banca, de las multinacionales, de las grandes corporaciones económicas…?   ¿Alguien ha oído hablar de controlar el fraude fiscal de este país – casi 50.000 millones de € según estimaciones solventes- o la economía sumergida estimada en casi un tercio, -sobre 300.000 millones de €, del producto interior bruto de España?
            ¿Habéis oído hablar, al menos, de que esta crisis haya afectado en sus propios bienes a los que la han causado…?  ¡Claro que no!   Inside Job, documental que está en You Tube al alcance de la mano, y que se elaboró en la prehistoria de esta crisis, es buena muestra para quien dude todavía.
            Todos los recortes van en la misma dirección. El capital y la derecha sociológica o ideológica tienen muy claros sus objetivos: vayamos a la prensa analizad de qué medidas, tomadas por los diferentes gobiernos, se hacen eco los diarios. Ha pasado tiempo desde entonces, pero no negaremos que teníamos evidencias suficientes.
            Por ejemplo. El país, 11 de agosto de 2011.
    · Berlusconi impone un duro ajuste sin pactar con los agentes sociales: retrasar la edad de jubilación, privatización de empresas públicas, gravamen sobre las viviendas (IBI), pero amenaza con dimitir si se aprueba un aumento del impuesto sobre el patrimonio. No tocadme a los ricos, viene a decir con autoritaria claridad. Porque…¿quién dispone de patrimonio que pueda gravarse con impuestos? ¿Los camareros de las pizzerías? ¿Los trabajadores de la FIAT? ¿Los dependientes de las tiendas de souvenirs en el Centro de Roma? 
     ·   Cuando la gravedad de la situación financiera de Italia y las  más que duras exigencias de sus socios de la Europa económica lo han obligado a rectificar -Prensa,13 de agosto-, y ha tenido que establecer un aumento impositivo a las rentas superiores a los 120.000 € (¡10.000 € mensuales!) , il cavaliere afirma que “su corazón llora lágrimas de sangre”.
    · A raíz de esta medida, el candidato del P.P. en una de sus escasas comparecencias de verano – deja que los medios afines le hagan la labor y no se compromete sobre sus planes para sacarnos del atolladero, porque si contara la verdad probablemente perdería votos- afirma taxativamente que no entra en sus planes aumentar impuestos a las rentas más altas, que hay que ahorrar en los servicios que prestan Comunidades y Ayuntamientos. ¡Menos estado! ¡Esa es la panacea de la derecha!
      ·  La señora de Cospedal (El País, 30-08-2011) considera que hablar de subidas de impuestos a los ricos es pura demagogia. No pagar la deuda farmacéutica en su comunidad y poner en riesgo la prestación sanitaria que garantiza la Constitución es, sin embargo, una cuestión menor, mientras sube los sueldos de sus cargos de confianza. ¿Aún ganará en las próximas elecciones generales la derecha en este país…? ¿Hemos perdido la razón…?
       ·    CIU reducirá en Cataluña un 11% de subvención a las guarderías. En principio la propuesta alcanzaba al 27%, pero hay elecciones generales en  el horizonte. Luego, ya se aplicará. ¿Sobre quién recaerá la diferencia? Sobre el sueldo de los padres trabajadores con descendencia en edad infantil. Es decir, es otro recorte sobre el salario del trabajador.
      ·      CIU endurece las condiciones para percibir el salario social a los que no tienen otro recurso de subsistencia y limita drásticamente el tiempo que podrá percibirse. ¿Y luego…? ¿Pañuelos en los semáforos, Top manta o asalto a mano armada en las esquinas?
     ·     La señora  de Cospedal en Castilla-La Mancha anula las ayudas a  viudas y viudos que no trabajaban. Percibían unos 400 € al año en dicho concepto.
      ·     En la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre incrementa por decreto el coste del transporte público del metro en un 50%. Ya sabemos que el metro es el transporte preferido de los altos ejecutivos. (No se aplicará a los peregrinos de la JMJ ¡Faltaría más!) Y prescinde de 2500 profesores públicos aumentando el número de horas de dedicación del profesorado. 2500 personas más al paro y sobrecarga muy adecuada para la mejora de la educación en los Centros públicos.
     ·   En la Comunidad Valenciana, con mayoría absoluta del PP, la tasa de basura ha subido un 215%. Impuesto que, como bien se ve, afecta a los más ricos. Claro, que lo de la basura y la Comunidad Valenciana viene de lejos. Es el territorio nacional donde más abunda la gaviota, que ha cambiado sus hábitos. Merodea por basureros públicos. Ha aprendido a medrar con las concesiones de ese servicio a empresas de la trama Gürtel.
        Sin embargo, y como contraste de esta situación las medidas paliativas para el déficit del Estado se encaminan al recorte de prestaciones en la asistencia social, al aumento de exigencias sobre los trabajadores, y al aumento de los más que injustos impuestos indirectos que han sido siempre el recurso de las dictaduras.
            Y cuando estas notas se actualizan, verano de 2012, las medidas que Europa ha arrojado sobre nuestras espaldas han acentuado casi hasta el infinito esta tendencia. Entre las más llamativas, reforma laboral  que casi hace que añoremos el Estatuto de los Trabajadores que redactó el franquismo, depauperación de los funcionarios y trabajadores públicos, subidas del IVA, recortes en aspectos fundamentales de los servicios públicos (educación, sanidad, atención a personas dependientes, negación de atención sanitaria a inmigrantes sin regularizar, copagos sanitarios incluso a los jubilados con la pensión mínima…), y, en duro contraste, amnistía fiscal, casi sin costes de hecho, para los grandes defraudadores fiscales y costoso rescate financiero de la banca más irresponsable del país, mientras los causantes se jubilan  ilesos y con pólizas multimillonarias de seguro que convertirán su periodo de desempleo en un lujo oriental. Nadie menciona las tasas  sobre las gigantescas operaciones financieras que se realizan cada día, la reforma fiscal para que las grandes fortunas sean un poco más solidarias con el país, ni la reforma de las SICAVs, que son de hecho un paraíso fiscal entre nosotros.
            Aunque se esfuercen en ocultarr la realidad con discursos manipuladores, la realidad es esta.

viernes, 18 de abril de 2014

15.- ¿Partidos...? ¿Qué partidos...?

       Los que hemos participado en el proceso de construcción de la España democrática, si vale el símil, comenzamos este largo viaje hace ya mucho tiempo. Veníamos caminando por caminos de tierra, sedientos, sin perspectivas halagüeñas que se ofrecieran a nuestra mirada. De pronto, en la lejanía, una pequeña estación de ferrocarril se recortó sobre la línea del horizonte. Nos esperaba un tren. Nos dijeron: “Sube, al menos no caminarás solo por estos campos polvorientos. Quien sabe…, puede llevarnos a alguna parte donde la vida sea más fácil”. Y subimos. Era un vagón incómodo, con asientos de madera, que traqueteaba como si fuese a deshacerse en cualquier momento. Lo arrastraba una pequeña máquina de vapor, lenta, asmática, quejumbrosa y contaminante. Nos tiznó las manos y la cara con el hollín de su caldera. La impoluta camisa blanca que nos guardaba nuestra madre para las ceremonias familiares, las visitas y los viajes estaba oscurecida, como la ropa de un minero del carbón. Pero, estábamos agradecidos. El viaje resultaba menos cansado, mucho más rápido y podíamos tener una perspectiva del paisaje. De pronto alguien nos dijo: “Hemos llegado. Este tren  cumple destino en la próxima estación”. Pensamos: “Algo es algo. Me ha evitado dar muchos pasos bajo el sol en horas de calor”. Pero, al bajarnos, otro tren esperaba. ¡”Un automotor!” exclamó alguien que había realizado ya muchos viajes. No era mayor que un autobús de línea, pero tenía un motor diesel y un aspecto brillante, de máquina recién salida del taller. Habían forrado los asientos de madera con un relleno más mullido. Pensamos: “El progreso. Ya nada es como antes, el viaje promete…” Y, ni rastro de hollín en la camisa. Cambiamos de tren en muchas estaciones. Y cada tren nos sorprendía. Sigamos el viaje, quizá nos lleve a alguna parte donde la vida sea más fácil, más gozosa, más justa. Peregrinos tras la esperanza del progreso. Fuimos en trenes que arrastraban infinidad de vagones, potentes, que nos llevaban por estaciones cada vez más populosas, más animadas, más lujosas. Viajamos, incluso, en coche cama, en Talgo; por fin, el Ave. Y nos sentimos seguros, convencidos de que nuestro viaje estaba mereciendo la pena.
            Ahora, acabamos de llegar a una estación desconocida. Fuera se presiente una multitud expectante, cariacontecida, que grita y enarbola pancartas. Nadie sube, y hay una multitud a la que han obligado a descender del tren en contra de su soberana voluntad. “¿Qué pasa aquí?” preguntamos. Siempre hay alguien que sabe las respuestas a cualquier pregunta. “Al parecer,- nos dice-, esa multitud ha llegado desde lugares diferentes para coger el tren, les dijeron que se prepararan a conciencia para el viaje porque este tren los llevaría al futuro. Pero ahora, alguien a quien no conocen anuncia por megafonía que el tren no acepta más viajeros, que se vuelvan a casa, que los costes del viaje ya no son asumibles y hay que garantizar los beneficios del accionariado; incluso han eliminado numerosos vagones y han obligado a bajar a un considerable número de viajeros habituales…”.
            Los de abajo, contra los de arriba..¡Qué más da quién tomó la decisión! ¡Qué más da quién estaba al mando del convoy! Nuestro viaje al futuro ha sido cancelado. Y ni se toman la molestia de dar explicaciones. No nos representan.
            El 15 M, aunque casi ninguno de los indignados tenga noticia de la existencia de aquel libro de Daniel Bell que hemos citado más atrás, ha llegado a la misma conclusión. El capitalismo, con su mano de hierro, dicta las normas y suplanta o corrompe la voluntad de los gobiernos.  ¿Ideología, para qué…?  ¿Partidos para qué…?
            Entre otras cosas, porque son el instrumento tradicional de participación democrática; porque han sido el instrumento de transformación del sistema legal que nos ampara; porque han de seguir siéndolo; porque han desarrollado en su trayectoria experiencias y procedimientos de organización que siguen siendo imprescindibles; porque no tenemos a mano nada que pueda suplantarlos.
            Reflexionemos todavía un poco más antes de arrojarlos por el desagüe de la Historia. Su obsolescencia – por utilizar un término actual- tiene arreglo. Al menos, eso pienso. Ya han demostrado muchas veces capacidad de adaptación.
            Aparentemente el Movimiento 15 M no desea el poder, en sentido estricto. Es de suponer que una pequeña parte del  voto indignado engrosará el porcentaje de Izquierda Unida; una gran parte se abstendrá – “No nos representan”- y surgirá algún partido al calor de la revuelta, testimonial, que con el actual sistema electoral no conseguirá representación parlamentaria y beneficiará, exclusivamente, al partido que parte como ganador en las encuestas.
            Hay voces que reclaman en la red un partido nuevo, alguna organización que recoja en su proyecto político y de cohesión social las iniciativas de los indignados. No es imposible, pero las dificultades son tantas y de tanta envergadura que casi convierten en quimera dotar a esa organización potencial en un instrumento con capacidad transformadora en poco tiempo. Y las soluciones que nuestro mundo necesita no pueden postergarse demasiado tiempo, o las consecuencias serán inabordables. Un partido recién nacido tarda años en resultar influyente en la elaboración de las leyes, al menos en el Parlamento Nacional. Juegan en su contra muchas fuerzas y no es la menor de ellas la desconfianza hacia lo nuevo que suele ser una máxima en política.
            Quizá lo más práctico resulte renovar el pacto social con los partidos existentes, como antes se enunciaba. Si la indignación logra la fuerza social que la convierta en voto deseable, será fácil. Y mi opinión por razones de proximidad ideológica y sensibilidad social es que la corriente que puede ser más receptiva se encuentra en los partidos de izquierda.  Tenemos que innovar. Y en política la innovación ha sido siempre un rasgo de la izquierda. Innovar tiene una dimensión social, de búsqueda de caminos nuevos para que cualquier organización mejore su utilidad para los individuos.
            Corresponde, ahora, a la izquierda cambiar la percepción de los ciudadanos.  Pero ya no bastan los discursos; llevamos toda la vida soportando la publicidad en nuestras vidas, sabiendo que es un instrumento engañoso y conductista. Habrá que desempolvar la ideología y convertirla, de nuevo, en la herramienta transformadora que nunca debió dejar de ser. Y devolver el libro de Bell a los estantes polvorientos, privarlo de su momento de gloria. Habrá que hacer política verdadera, “buena” política, teniendo de nuevo ante la vista el horizonte de la igualdad, de  la libertad,  de la participación y de los derechos que consagra la Constitución. Quizá de esa manera, los partidos de izquierda reconquisten el respeto de la ciudadanía, cuando demuestren que la fuerza del voto tiene un poder transformador, y no es sólo el instrumento por el que alcanzan el poder para olvidar, al poco, el compromiso de enarbolar nuestra bandera.
            Y si ello no resulta, si no fuera posible, si este golpe de estado incruento que venimos denunciando ha llegado al extremo de dominar definitivamente esta estructura de partidos que se reparten el poder, nos cabe un intento desesperado y, quizá, revolucionario de verdad, generar nuevos instrumentos de representación, aunque habrá que superar dificultades infinitas.

viernes, 11 de abril de 2014

14.- Si las arañas unen sus telas, matarán al león ( Proverbio etíope)

                 Denunciar las dificultades de esta forma parece una incitación a entregar las armas, incluso antes de haber comenzado la batalla. Nada más lejos de mi intención; pero, reconocer las dificultades de la empresa y establecer las estrategias adecuadas para llevarla a cabo resulta imprescindible.
            ¿Habrá salida? Debe haberla o estaremos negando el propio devenir de la Historia. Pero, ¡cuidado!, es previsible que el propio sistema capitalista nos ofrezca alguna puerta de emergencia para garantizar su supervivencia. La crisis financiera -2007/08- provocó una recesión, retroceso de la producción de riqueza,  con efectos visibles en cualquier lugar del mundo.
            Se establecieron como medidas correctoras una austeridad drástica, disminución, brutal en algunos casos, de los gastos que el Estado destina a los Servicios Públicos que garantizan, no debemos olvidarlo, la “Isonomía” de la democracia primigenia – igualdad de los ciudadanos ante la Ley- y la reducción de los salarios.
            Lejos de sacarnos de la crisis, y cualquier observador al que la defensa irracional de su propia ideología no le prive de la capacidad de sacar conclusiones de una observación somera de la realidad puede constatarlo, dichas medidas nos hunden progresivamente en una crisis que devora el futuro de millones de personas. La recesión se hace fuerte cada día en más países de la tierra. Mataron a Keynes, pero justo en el momento de su funeral definitivo, en el mismo cementerio, el capitalismo actual estaba empezando a cavar su propia tumba.
            Y a pesar de su defensa terca de las medidas iniciales, comienzan a verle las orejas al lobo. Les importa un bledo nuestra condición de seres humanos, pero intentarán salvaguardar nuestra condición de consumidores para garantizar sus beneficios.
            No basta. Han convertido la crisis económica, debida a sus errores, en una oportunidad de mejorar sus posiciones de dominio en la partida de ajedrez que juegan contra el Estado democrático. Pues, hagamos lo mismo. Si hay que jugar, juguemos aunque nuestra posición de salida sea  más débil.
            Si hacemos memoria, Nicolás Sarkozy, a la sazón presidente de la República Francesa, hizo célebre una frase a los comienzos de la crisis. Se refería a que la misma suponía una magnífica oportunidad para la reforma del capitalismo. No concretó demasiado. Pero, como la primera acepción de la palabra “reforma” que se nos viene a la cabeza está relacionada con arreglar algo cuyo funcionamiento se nos antoja defectuoso, impulsados por nuestra propia necesidad de que por fin los Estados europeos pusieran freno al monstruo, alimentamos una esperanza difusa durante un breve periodo de tiempo.
            O no entendimos su mensaje, o él sobrevaloró la voluntad de los gobiernos europeos, o quería decir “transformación” y no “reforma”. Porque lo que estamos contemplando es la transformación del viejo Leviatán que siempre merodeó por nuestras vidas en un monstruo mayor, más voraz, más invasivo de la vida política, más agresivo en el ataque a los derechos de  los pueblos y las naciones, más dispuesto a establecer la supremacía del beneficio sobre la dignidad humana.
            Nos toca defendernos.
            Lo que sigue es sólo el enunciado. La estrategia que convendría seguir se concibió como la tercera parte de este documento. Tiempo habrá para reflexionar de forma más coherente.
            El primer paso ya está dado, aunque habrá que redoblar nuestros esfuerzos. El primer paso – y lo veremos en ese breve paseo que tengo prometido- es siempre la toma de conciencia. Bulle la red de corresponsales voluntarios que dan cuenta en su crónica diaria de casi toda la indignidad con la que nos cubre la complicidad contra natura del capitalismo ultraliberal  y una buena parte de los gobiernos de la tierra, cómplices imprescindibles en su consolidación como fuerza omnipotente, que se enseñorea de nuestras vidas y nos arrebata los derechos duramente conquistados con absoluta impunidad.  Aunque una buena parte de esa indignidad es sólo un presentimiento, porque escapa a nuestro conocimiento exacto. Los crímenes más cruentos los esconde el sistema en arcones de plomo, impenetrables a nuestros procedimientos de control.
                        El segundo paso es la manifestación de fortaleza, de número. También será una constante en las explosiones de indignación que han precedido a ésta a la largo de la Historia, pero hay que crecer aun bastante más.  Y eso no debería resultarnos complicado. Somos innumerables los que pensamos que esto no funciona. Tenemos una procedencia muy plural, pero hay algo que nos une, el convencimiento de que es necesario transformar el sistema para devolverle su operatividad. Y conocemos las causas.
            El objetivo es que quienes ostentan el poder político o los que aspiran a ostentarlo valoren la importancia de contar con nuestro voto. Será el momento de imponer el verdadero sentido de la democracia participativa. ¿Quieres mi voto? ¡Que mis demandas sean también las tuyas! ¡Que tu programa acoja mis propuestas! Si juntamos la fuerza suficiente, tendremos la oportunidad para romper el pacto criminal que ha viciado el sistema democrático.
            Pero harán falta muchas arañas para matar al león. Y, además, las arañas necesitarán mucha coherencia, trabajar unidas a pesar de la más que previsible disparidad en asuntos importantes. Habrá que establecer prioridades para evitar la dispersión, para evitar actitudes cainitas, para evitar la debilidad que se deriva de quienes anteponen su propio liderazgo a la consecución de los objetivos comunes... En fin, los riesgos son incontables, pero la empresa los merece. 
            Este segundo paso nos planteará cuestiones primordiales. ¿Partidos? ¿Qué partidos, si ya hemos dicho que no nos representan?  ¿Qué propuestas, si tenemos centenares? ¿Cómo generar una propuesta consensuada y útil?
            Intentaré dar respuesta a esas cuestiones en las páginas siguientes.
            El  tercer paso es mucho más complejo. La degeneración del sistema democrático no es un problema local, sino global. Es un problema común de cualquier democracia de la tierra. Y en los lugares a los que la democracia no ha llegado, las consecuencias de la libre actuación del capital adquieren proporciones de plaga bíblica sobre la vida de los seres humanos.  
            La toma de conciencia ha de traspasar cualquier frontera. No es nuevo. Lo intuyeron  Marx, Engels y Bakunin en la segunda mitad del siglo XIX, cuando fundaron la Primera Internacional Obrera. Mencionar a estos tres individuos puede que provoque sorpresa en el lector. Si Keynes, pensador capitalista y defensor del sistema, supone un riesgo para la integridad del Leviatán, ¿qué decir de estos tres viejos diablos que se habrán consumido ya, sin duda, en el infierno del olvido? ¿Cómo se atreve nadie siquiera a mencionarlos? Entonces la globalidad era una quimera, pero los intereses y los procedimientos del capitalismo eran similares a los que esgrime hoy. Idénticos eran su discurso y su maldad.  La Primera Internacional fracasó por las profundas disensiones internas entre socialistas y anarquistas, pero, sobre todo, porque la Primera Guerra Mundial alimentó el sentimiento nacionalista por encima de la conciencia de clase. Y Alemania, la eficaz y puritana dominadora de Europa, la que nos guía por el sendero de la ruina según conviene a sus intereses, no fue ajena a la catástrofe. Llegó tarde a ese crimen europeo que la Historia define como colonialismo del siglo XIX. Su burguesía industrial no se conformó con el reparto. Su ambición removió el avispero de los viejos imperios y las aspiraciones nacionalistas. Europa decidió cavar trincheras y la naciente solidaridad obrera quedó enterrada en los terraplenes de tierra removida.
            Pero ahora no tenemos una guerra en ciernes, salvo la guerra enconada e incruenta que libramos contra quienes intentan sojuzgarnos. Y como entonces, la indignación de aquellos a quienes se les arrebata su soberanía, es también global. Y hoy, la información tiene autopistas que atraviesan el mundo, que alcanzan a casi todos los rincones. Entonces, los movimientos obreros transformaron la injusta sociedad surgida de la revolución industrial. Entretejieron sus tenues telas de forma laboriosa, pagando en ocasiones con la propia vida. Nuestra empresa ha de resultar mucho más fácil.

lunes, 7 de abril de 2014

13.- Ponerle una herradura al tigre

       Así pues, resulta imprescindible someter al capitalismo desaforado al imperio de la ley. En realidad parece mucho más fácil decirlo que llevarlo a cabo. Y no sólo lo parece. Será una empresa de titanes que bien merece el empeño colectivo y sin desmayo de los perjudicados. Somos legiones frente a la minoría que defiende la situación actual que garantiza sus beneficios desmesurados de forma permanente. La solución será un proceso ciudadano o no será.
            Pero esa minoría es extremadamente poderosa. Y en algunos lugares de la tierra ha logrado imponer su pensamiento a una buena parte de la población que tiene una visión sesgada del estado.
            Baste un ejemplo, referido a un solo país, para comprender la dificultad que entrañará someter a reglas a ese “cuarto poder”. Y lo que sigue, con escasas variaciones, podemos aplicarlo al resto de la tierra.
            Cuando se actualizaban las notas que ha ido conformando este documento -19 de agosto de 2012- el candidato republicano a la Casa Blanca, Mitt Romney,  había avanzado considerablemente en la intención de voto que anunciaban las encuestas y  se le otorgaban bastantes posibilidades de que ocupara la Casa Blanca en la siguiente legislatura. Pesan sobre él sospechas bien fundadas de haber logrado su considerable fortuna personal por procedimientos ligados a la actuación fraudulenta de la banca de inversión americana. E, incluso, pesan sobre él fundadas sospechas de fraude en sus declaraciones de Hacienda de, al menos, dos años.
            Ambas acusaciones deberían ser suficientes para que el votante americano tuviera serias dudas sobre la conveniencia de entregarle su confianza. No es así. La confianza en el candidato republicano crecía cada día. 
            ¿Cómo se explica? Por la visión segada del Estado que buena parte de la sociedad americana ha ido desarrollando a lo largo de su historia. El Estado era un ente lejano y poco implicado en la defensa de los individuos durante todo el proceso de colonización que extendió el dominio de los descendientes de los primeros colonos hacia las costas del Pacífico. Tan solo la presencia testimonial del ejército, imprescindible para expulsar de sus territorios a la población autóctona, los pieles rojas, recordaba que en alguna parte había un estado. El Departamento de Justicia tardó muchos años en extender su red de servicios por tan vastos territorios. Así que cada uno debía velar por sí mismo y por sus pertenencias en un medio duro, hostil e inseguro. La sociedad americana, en general, desarrolló un individualismo exacerbado. Asumió que cada persona es dueña de lo que logra. Antepuso el éxito a las valoraciones morales sobre los procedimientos para conseguirlo. Y asumió las reglas del juego en el que cada uno debe velar por sí mismo, porque cualquier intromisión del Estado supone un riesgo para la libertad personal. Aunque, en la práctica, el individualismo suponga indefensión para casi toda la humanidad. Esa filosofía, no obstante, es el caldo de cultivo donde el capitalismo desarrolla  su fuerza en mejores condiciones.
            El presidente Obama, ante la crisis que no cesa, y que está afectando a una buena parte de la población americana con menos recursos, proponía en su programa para la próxima legislatura una medida que parece lógica, aumentar los impuestos a los más ricos para poder prestar servicios a los más necesitados. Craso error. Por ese flanco avanzaba Mitt Romney hacia la Casa Blanca. Argumentaba que los planes de Obama eran un ataque en toda regla al capitalismo. Un ataque que generaría la ruina del país. Y con ese mensaje avanzaba en las encuestas. Uno diría que los más ricos soportan una carga impositiva injusta y desmesurada. Pues habrá que preguntarles.
            Voces que no podemos considerar precisamente de izquierda, Warren Buffet, multimillonario, asesor económico de Obama y presidente ejecutivo de la Berkshire Hathaway, una compañía de inversiones- si de la Banca de inversiones- de gran éxito, renombre y eficacia capitalista,  publicó en el New York Times (se hace eco El País, 16 de agosto de 2011) un artículo titulado “Dejen de cuidar a los millonarios”. Ataca en dicho escrito la prórroga de las excepcionales medidas fiscales que, a pesar de la crisis financiera, están en vigor para beneficiar a las rentas superiores a los 250.000 dólares anuales. (173.000 €). Este tipo de privilegiados son los que tienen que pagar menos impuestos. ¿Acaso no nos recuerda esa situación a los privilegios del Antiguo Régimen?. Denuncia Warren Buffet que, mientras él, con una renta anual superior a treinta millones de dólares, sólo soporta una imposición del 17,4%, los trabajadores del último escalafón de sus empresas –pongamos un administrativo mileurista- soporta una carga impositiva del 36%.. Más del doble. ¿Es necesario argumentar algo ante semejante reconocimiento de injusticia por parte de uno de los privilegiados…? Sí. Es una “rara avis”, un traidor a los suyos. Tiene fama de filántropo.
            No obstante, Mitt  Romney navegaba hacia la Casa Blanca con viento favorable. Deriva esta extraña situación de esa visión sesgada del Estado. El Estado, como garante de la igualdad efectiva de la ley mediante la prestación de servicios es insostenible. Nos roba “nuestro” dinero con impuestos innecesarios, puesto que cada uno tiene la obligación de cuidar de sí mismo sin esperar demasiado de los demás.
                        Los únicos impuestos justificados son los que destinan a la seguridad,  pero están justificados por la propia conciencia de culpa del sistema. En muchas regiones del medio oeste, las condiciones de vida del pueblo americano son similares a los de la España del franquismo de los años sesenta. Campesinos depauperados, desdentados, sin recursos para atender a  su propia salud, sin trabajo estable, llevan prendida en la solapa de la  camisa astrosa la “chapa” con la esfinge del candidato republicano, porque el Estado nos “roba con impuestos” ¡Jodidos descerebrados!
            Los EE.UU. tienen el presupuesto militar más abultado de la tierra. Con sólo una parte de esos recursos mejorarían las condiciones de vida de toda su población, sin necesidad de aumentar impuestos, pero el capitalismo necesita seguridad que garantice su impunidad en cualquier lugar del mundo donde tenga intereses. Los gastos en agencias estatales de seguridad resultarían difíciles de precisar, toda vez que muchas son opacas e incontrolables. Y buena parte de los gastos que ocasionan, a todas luces, son innecesarios e inútiles. 
            Con esos recursos, África sería un continente sin hambrunas, con educación universal gratuita y con salud garantizada. Pero ya queda reflejado que el capitalismo es un sistema amoral. Importa el beneficio. Los seres humanos son solo un instrumento.
            Por si nos quedaba alguna duda, Jeffrey Sachs, economista, profesor universitario y asesor especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre los Objetivos del Milenio, proyecto de dicho organismo parar erradicar el hambre y la pobreza, -“El País”, 20-02-2011-, nos da las claves de este comportamiento de los políticos estadounidenses, sin diferenciar el partido al que pertenezcan: “La verdad de la política actual en Estados Unidos es sencilla. La política fundamental para los dirigentes de los dos partidos políticos es la de las reducciones de impuestos, en particular para los ricos. Los dos partidos políticos y la Casa Blanca prefieren reducir los impuestos a gastar más en educación, ciencia y tecnología e infraestructuras, y la explicación es sencilla: las familias más ricas financian las campañas políticas. Así, pues, los dos partidos atienden sus deseos”.
            La corrupción más genuina. La muestra más evidente de cómo el capital suplanta a la voluntad de las naciones. Es un ejemplo cínico, evidente, públicamente aceptado. Pero en el resto del mundo difiere escasamente.
            Sí; será un trabajo complicado. Como ponerle una herradura al tigre, que dicen en mi tierra.
    Y urge afrontar lo que nadie plantea, el verdadero problema de fondo, la globalidad; una herramienta nueva que ha dotado de fuerza extraordinaria a la fiera para sojuzgar a grandes masas de población,aprovechando la pobreza y la indefensión de las zonas más deprimidas de la tierra. Y la izquierda no tiene el valor de afrontar en profundidad ese problema. 
      Quizás es que no queda izquierda verdadera y lo que nos queda es solo una izquierda nominal, vacía de ideas y de compromisos con la humanidad.