lunes, 4 de agosto de 2014

27.- Té al agua

          Los primeros colonos ingleses llegaron a la costa oriental de América del Norte en 1607. En la segunda mitad del siglo XVIII el territorio se organizaba en trece colonias, dependientes de la corona británica.
            Las trece colonias estaban habitadas aproximadamente por 1.300.000 personas. Las diferencias entre la población no eran estamentales, como en Europa.
            La justificación de esta organización social tan diferente entre la metrópolis -país colonizador- y los territorios colonizados estriban, en primer lugar, en el tipo de población que llega a las colonias; allí no llegan miembros del estamento privilegiado, porque son lugares con poca organización inicial y con incontables riesgos que atraen, especialmente, a los que buscan una oportunidad de mejorar sus vidas; con el tiempo, cuando tiene las cárceles llenas de malhechores y prostitutas, Inglaterra los remite a las colonias para evitar los costes de su manutención y su hacinamiento; así que la masa humana que acude a las colonias no quiere oír hablar de privilegios.
            La permisividad inglesa con la organización social de sus colonias se justifica también en la distancia entre ellas y las dificultades para los viajes por mar. Pero, sobre todo, en el hecho de que estas colonias no eran, entonces, muy ricas en metales preciosos, fundamentalmente oro y plata, que era lo que buscaban especialmente las potencias europeas. Si los hubiera habido en abundancia, Inglaterra habría ejercido un control más sistemático sobre las colonias a las que permitía un cierto grado de autonomía.
            Las diferencias entre la población eran raciales. La población blanca conformaba el grupo dominante, y entre ellos las diferencias de riqueza no eran tan grandes como en la sociedad europea. Había escasa población y abundancia de recursos, por lo que la práctica totalidad de la población blanca accedió fácilmente a la propiedad. Tarda muy poco en asentarse en las colonias una burguesía rica.
            Frente a la población blanca, aproximadamente  350.000 personas de raza negra eran esclavos, dedicados a trabajar las extensas plantaciones agrícolas del sur y carecían de derechos.
            Los indios nativos eran considerados enemigos y estaban excluidos de la sociedad colonial. Fueron prácticamente eliminados durante la expansión blanca hacia el oeste  y los supervivientes quedaron encerrados en reservas indias, generalmente en las zonas desérticas e improductivas.
            La revolución americana se originó, sobre todo, debido a una causa política: la población de las Trece Colonias estaba descontenta ya que aportaban impuestos como cualquier súbdito británico y, sin embargo, no tenían representantes en el Parlamento de Londres, y, por lo tanto, no tenían capacidad de decisión política.
            Es decir, carecían de soberanía en el sentido estricto de participar en el diseño de las leyes que regulaban su vida y su economía. La metrópolis no aceptaba la presencia de representantes de la burguesía de las colonias en el parlamento.
            Las colonias habían colaborado con Inglaterra en la guerra de los Siete Años contra Francia (1748-1756), y en lugar de ser recompensadas se crearon nuevos impuestos sobre el azúcar y subieron los ya existentes, sobre todo el del papel timbrado, muy utilizado en la época. Y ningún representante de las colonias podía oponerse a estas leyes en el Parlamento inglés.
            Esta situación hizo que desde mediados del siglo XVIII se extendiera la creencia de que no hacía falta seguir bajo la soberanía de Gran Bretaña, y en la década de 1770 provocó actos de protesta, como el Motín del Té de Boston (1773), que supuso la ruptura de las relaciones comerciales con la metrópoli.
            En 1775 estalló la guerra, y, un año más tarde, se proclamó la Declaración de Independencia, redactada por Thomas Jefferson, con muy claras influencias de Locke, en la que defiende la democracia, la igualdad de los hombres ante la ley, el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos –soberanía-  y el derecho de los hombres a la libertad, la propiedad y la felicidad (Locke). Los rebeldes recibieron la ayuda de Francia y, en menor medida, de España. Finalmente los ingleses firmaron la paz de París (1783), por la que reconocían la independencia de las colonias, que pasaron a denominarse Estados Unidos de América. George Washington fue elegido primer presidente de Estados Unidos en 1789.
            Aunque muy fundamentada en el propio derecho inglés, se tiene a la constitución americana que surge de esta rebelión para fundamentar en derecho el nacimiento del nuevo país como la primera constitución liberal moderna. El país se establece como una república, olvidada ya la monarquía como fórmula de gobierno imperante en toda Europa, con un presidente de gobierno por elección; establece un sistema democrático, aunque dista mucho de ser una democracia real; es un sistema con carencias importantes; basa buena parte de su economía en la esclavitud y no permite el voto femenino, por ejemplo. En 1868 – enmienda 14-  aparece claramente establecido el derecho al voto de cualquier ciudadano  de los Estados Unidos, varón, mayor de 21 años, con excepción de los indios que no pagan contribuciones, en un avance de lo que será el voto universal en el futuro.
            No obstante  en la Declaración de independencia de los Estados Unidos de América del Norte, redactada por Jefferson y con claras influencias de Locke y de Rousseau y en la línea de la filosofía del derecho natural, se consigna uno de los principios más revolucionarios jamás escrito anteriormente en un documento de naturaleza política con vocación de regular un país: "todos los hombres han sido creados iguales". Y estos hombres "recibieron de su Creador ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; así, para asegurar esos derechos, se han instituido los gobiernos entre los hombres, derivándose sus justos poderes del consentimiento de los gobernados; de tal manera que si cualquier forma de gobierno se hace destructiva para esos fines es un derecho del pueblo alterarlo o abolirlo, e instituir un nuevo gobierno, basando su formación en tales principios, y organizando sus poderes de la mejor forma que a su juicio pueda lograr su seguridad y felicidad".
            Es decir, se exponen de forma clara dos principios reguladores de la organización social moderna: la igualdad efectiva de todas las personas ante la ley y el principio de que el gobierno tiene su razón de ser en el hecho de asegurar los derechos de los ciudadanos, de los cuales obtiene la legitimación o consentimiento o el rechazo, cuando no cumple con su cometido.
            Ya hemos dicho que cuando un determinado grupo social lucha por la soberanía no tiene entre sus objetivos la igualdad de todos los seres humanos ante la ley. Primordialmente pretende asegurarse su presencia en los centros de decisión de la organización social, en  el órgano que establece las leyes, la norma máxima que rige las relaciones entre los individuos, su participación en la actividad económica y su acceso al poder. La burguesía que encabeza esta lucha por la soberanía en la modernidad, dados sus rasgos dominantes, cultura, afán de acumular riqueza, astucia, sentido de la oportunidad y conocimiento de la debilidad ajena, es una muestra de lo expuesto.
            El motín del Té no es sino la manifestación de una lucha descarnada entre dos grupos con los mismos intereses.
            De una parte la burguesía inglesa, el capitalismo de la metrópoli, que influye en el Parlamento Inglés a su favor. Está representada por la Compañía Británica de las Indias Occidentales. Tiene el monopolio de la venta de té en las colonias. Lo importa de China y dicho comercio le reporta grandes beneficios.
            De otra parte el incipiente capitalismo local, la burguesía de las colonias que aspira a no quedarse al margen de ningún negocio que genere beneficios en su propio territorio.
       La protección legal, es decir, los recursos del sistema favorecen a la Compañía Británica de las Indias Occidentales. Tiene representantes en el Parlamento Británico. Y la burguesía de las colonias  considera esa situación discriminatoria y perjudicial para sus intereses. Así que, primero, recurre al contrabando   e importa el té de Holanda, sin pagar impuestos; después, a la violencia y a la guerra. Y logra su independencia. Se apropia plenamente de su soberanía.

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