sábado, 24 de mayo de 2014

19.- Resumiendo,¿qué está pasando aquí...?

             Pero, en realidad, ¿qué está pasando aquí? ¿Cómo explicarlo en pocas palabras?
            El movimiento 15 M es tan viejo, tan natural como la humanidad; aunque las similitudes son más evidentes desde el tránsito del Antiguo Régimen a la modernidad. El lema, fundamental entre otros muchos, de la multitud de desencantados es “¡Democracia real, ya!”
De eso se trata.
            Es la muy antigua disputa por la soberanía. Y este término es la explicación de una buena parte de la historia de la humanidad.
            Hay otra frase que resume la explicación y que se ha repetido con pequeñas variantes en todos los foros recientes: “Los mercados- qué término tan ambiguo para esconder los intereses  de los poderes económicos- nos han robado la democracia”.
            De hecho, todo esto era previsible y ha sido anunciado por voces creíbles desde hace mucho tiempo.
            Desde el hundimiento del sistema comunista, al faltar el contraste del otro sistema que suponía una amenaza implícita, más teórica que real, para el capitalismo occidental, pero que alimentó la tensión de la guerra fría, este ha campado a sus anchas por todo el mundo. Su triunfo ha sido también su condena. La realidad actual es que como sistema económico, por tanto sostén también de las estructuras políticas occidentales, ha fracasado. Y ha fracasado porque, impulsado por su afán depredatorio y por la ausencia de un enemigo de su rango,  se han acentuado sus defectos. Se basa en una distribución injusta de las riquezas y fundamenta su razón de ser en una piedra angular insostenible, la necesidad del crecimiento permanente y a plazos cada vez más cortos. En eso consiste la especulación: ganar mucho en poco tiempo. Y esas son las prácticas de cada día en los mercados financieros. Todo vale.  Únase a ello que en la persecución de ese objetivo ha olvidado una máxima imprescindible para la supervivencia: la gestión responsable de los recursos.
            En su declive está arrastrando y contaminando de desprestigio a las anquilosadas estructuras de democracia bipartidista, o casi, de la mayor parte de las democracias occidentales. Porque las estructuras políticas no escapan a las redes económicas. Son rehenes de infinidad de intereses y presiones. Han acabado por perder su finalidad primigenia  de representación y de defensa de sus representados para convertirse en maquinarias piramidales de conservación del poder, o aún peor, en servidores de los intereses de las fuerzas económicas  que los elevaron al poder. El resto, los ciudadanos de a pie, sólo somos masa legitimadora cuando nos convocan a las urnas, fuerza productiva si resulta necesaria, despojo olvidado cuando el temporal arrecia, y siempre consumidores; o de productos para mantener el negocio, o de manipulaciones y mentiras, cuando les interesa atraernos a su redil.
            Las democracias occidentales han perdido de vista la única razón de su existencia, la búsqueda de la igualdad efectiva ante la Ley, y han ido generando en su seno una división insoportable entre los seres humanos. La bolsa de quienes carecen de la mayor parte de los derechos que consagran las constituciones - derecho al trabajo en condiciones dignas, derecho a la vivienda, por ejemplo-  es muy amplia y está plagada ahora de personas con una formación sólida, con criterios basados en convencimientos políticos y en el conocimiento de las leyes.
            Los más afectados por la crisis, agrupados en torno al 15 M o no, no hacen sino lo que han hecho siempre los seres humanos, con desigual fortuna, esforzarse por mejorar las condiciones de su vida.  Lo que se plantea ahora es, crudamente, la transformación del sistema antes de que sea tarde y la vorágine capitalista nos arrastre a todos a una crisis mucho más duradera. Pero el cambio de sistema no es gratuito; quien detenta el poder se  aferra siempre a él por todos los medios, legales o no. Es otra constante humana con raras excepciones. Se trata pues de recuperar nuestra soberanía para rediseñar el mundo que queremos, de cambiar las reglas de juego, de transformar el sistema injusto y autodestructivo por alternativas más humanitarias y solidarias.
            Eso está pasando aquí, Ahora resulta fundamental ponernos de acuerdo en los procedimientos para recuperarla. De otro modo, será una empresa abocada al fracaso, un esfuerzo inútil, una indignación sin consecuencias..
            En todo lo que sigue, un breve paseo por los momentos de la historia que guardan concomitancia con la situación actual y con la rebelión de algún sector de la sociedad humana en defensa de su soberanía, intentaré que quede claro que el objetivo que todos estos movimientos buscan  es compartir el poder, modificar las condiciones de su vida mediante  la elaboración de la leyes. No hay nada más poderoso que la ley en los sistemas democráticos. Nos toca transformar la democracia que tenemos, hacerla participativa, convertir nuestras demandas en ley. La plaza está bien como llamada de atención. Ahora hay que lograr que las demandas ciudadanas lleguen a los parlamentos. De otra manera, creo, esto será una primavera efímera.
            Las tres cuartas partes de la población española simpatizan con el movimiento 15 M, comparten muchas de sus reivindicaciones. Si la democracia de partidos no satisface nuestras expectativas, habrá  que transformarla en lo que debiera ser, una democracia de ciudadanos. Sobran instrumentos. ¡Y motivos!

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