miércoles, 12 de marzo de 2014

9.- No nos representan

            Sería de una simpleza lastimosa considerar que el Movimiento 15 M ha surgido exclusivamente por razones económicas. Hay un fuerte componente de rechazo moral al comportamiento de los poderes del estado y a quienes encomendamos su ejercicio en nuestra representación. Por supuesto que se manifiesta, también, de forma poderosa  un rechazo a los poderes económicos. Se intuye que el poder económico y el político son cómplices en el desaguisado. La yunta imprescindible que ha roturado el campo donde germina la crisis que agosta los derechos ciudadanos.
            Bastaría con repasar los lemas del 15 M, leer en sus pancartas las razones de su indignación. Y de la nuestra.
            Veamos algunas y reflexionemos sobre su significado:
"Ni nos vamos, ni nos callamos. Ni PP, ni PSOE. Ni democracia de mentira, ni políticas que se olvidan de la vida, ni finanzas suicidas"
"Entre capullos y gaviotas - es evidente la referencia a los símbolos de los partidos mayoritarios- nos han tomado por idiotas".
"Demasiado chorizo para tan poco pan".
"No somos izquierda contra derecha. Somos los de abajo contra los de arriba".
"Error en el sistema ¡Reiniciar!".
"Le llaman democracia y no lo es".
"Me gustas, democracia, pero estás como ausente...".
"¡Democracia real, ya!.
"¡Banqueros, al banquillo!".
"Democracia, mis esperanzas no caben en tus urnas...".
            Muchos lemas del Movimiento 15 M apuntan  a  los dos partidos mayoritarios. Otros, al sistema financiero. Otros, a las duras condiciones que muchos seres humanos soportan en esta sociedad desarrollada que se ufana de su nivel de igualdad ante la ley. Otros, directamente a la corrupción. Y todo se mezcla, conformando una realidad indeseable, que hay que modificar.
            La democracia no está en tela de juicio. "Esta" democracia, sí.
            Se ha tildado al Movimiento 15 M de corriente “anti sistema” demasiado a la ligera, o con una clara intención descalificadora. Nada más lejos de la realidad. Su posición es una clara defensa del sistema democrático deteriorado por infinidad de factores a los que aluden en sus lemas. Así empezaba este escrito. Las sociedades democráticas han considerado su soberanía la gran conquista de la edad contemporánea, pero en Occidente, especialmente en Europa, donde la democracia había alcanzado sus mayores cotas, la calidad democrática se ha deteriorado; el “sistema” democrático en su conjunto ha perdido su vigor y su capacidad de dar respuesta a la demanda de los ciudadanos.
            En general, hasta hace bien poco, el propio sistema proveía de posibilidades regeneradoras; la alternancia política de los partidos democráticos en las funciones de gobierno servía como acicate para los propios partidos y como medida ciudadana para corregir desviaciones o errores de gestión.
            Empieza a no ser así. El tremendo poder sobre nuestras vidas que ejerce el capitalismo especulativo- denominado “los mercados”-, el desequilibrio injustificable en la distribución de la riqueza entre las capas de la población, la corrupción política y financiera en sus mil formas  y la aparente incapacidad – o falta de voluntad- de los gobiernos para poner freno a estos jinetes del apocalipsis que alteran la convivencia y no nos permiten llevar adelante nuestros proyectos vitales, están cambiando nuestra percepción del poder regenerativo de la alternancia.
     Y los partidos, especialmente la izquierda, han perdido su conexión imprescindible con la ciudadanía. Parecen escasamente adaptados al mundo actual que se caracteriza por una frenética actividad de intercambio de información en las redes sociales y por la mejora incuestionable de la formación y de la capacidad crítica de sus potenciales votantes. La obligación de un partido que pretenda servir de enlace entre infinidad de ciudadanos en una democracia participativa debería ser  incorporar a su programa las preocupaciones y las aspiraciones de la ciudadanía.  ¿Qué otra clase de representatividad podemos concebir?
            “Fallo en el sistema, reiniciar”, rezaba una de las pancartas de Sol.  Todo un diagnóstico. El Movimiento 15 M nos es “anti sistema”, pero el sistema de la democracia de partidos, tal como ahora se concibe,  es más un sistema piramidal de administración del poder que otorgan las urnas, más una privilegiada posición laboral en tiempos de crisis, que una verdadera función de representación ciudadana. Así pues, no nos representan.
            Pero la sociedad no se ha vuelto de pronto “anti sistema”. Más bien está pidiendo a gritos que el sistema, sometido a un profundo proceso degenerativo, recobre su pureza primigenia y cumpla su función. 

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