lunes, 7 de abril de 2014

13.- Ponerle una herradura al tigre

       Así pues, resulta imprescindible someter al capitalismo desaforado al imperio de la ley. En realidad parece mucho más fácil decirlo que llevarlo a cabo. Y no sólo lo parece. Será una empresa de titanes que bien merece el empeño colectivo y sin desmayo de los perjudicados. Somos legiones frente a la minoría que defiende la situación actual que garantiza sus beneficios desmesurados de forma permanente. La solución será un proceso ciudadano o no será.
            Pero esa minoría es extremadamente poderosa. Y en algunos lugares de la tierra ha logrado imponer su pensamiento a una buena parte de la población que tiene una visión sesgada del estado.
            Baste un ejemplo, referido a un solo país, para comprender la dificultad que entrañará someter a reglas a ese “cuarto poder”. Y lo que sigue, con escasas variaciones, podemos aplicarlo al resto de la tierra.
            Cuando se actualizaban las notas que ha ido conformando este documento -19 de agosto de 2012- el candidato republicano a la Casa Blanca, Mitt Romney,  había avanzado considerablemente en la intención de voto que anunciaban las encuestas y  se le otorgaban bastantes posibilidades de que ocupara la Casa Blanca en la siguiente legislatura. Pesan sobre él sospechas bien fundadas de haber logrado su considerable fortuna personal por procedimientos ligados a la actuación fraudulenta de la banca de inversión americana. E, incluso, pesan sobre él fundadas sospechas de fraude en sus declaraciones de Hacienda de, al menos, dos años.
            Ambas acusaciones deberían ser suficientes para que el votante americano tuviera serias dudas sobre la conveniencia de entregarle su confianza. No es así. La confianza en el candidato republicano crecía cada día. 
            ¿Cómo se explica? Por la visión segada del Estado que buena parte de la sociedad americana ha ido desarrollando a lo largo de su historia. El Estado era un ente lejano y poco implicado en la defensa de los individuos durante todo el proceso de colonización que extendió el dominio de los descendientes de los primeros colonos hacia las costas del Pacífico. Tan solo la presencia testimonial del ejército, imprescindible para expulsar de sus territorios a la población autóctona, los pieles rojas, recordaba que en alguna parte había un estado. El Departamento de Justicia tardó muchos años en extender su red de servicios por tan vastos territorios. Así que cada uno debía velar por sí mismo y por sus pertenencias en un medio duro, hostil e inseguro. La sociedad americana, en general, desarrolló un individualismo exacerbado. Asumió que cada persona es dueña de lo que logra. Antepuso el éxito a las valoraciones morales sobre los procedimientos para conseguirlo. Y asumió las reglas del juego en el que cada uno debe velar por sí mismo, porque cualquier intromisión del Estado supone un riesgo para la libertad personal. Aunque, en la práctica, el individualismo suponga indefensión para casi toda la humanidad. Esa filosofía, no obstante, es el caldo de cultivo donde el capitalismo desarrolla  su fuerza en mejores condiciones.
            El presidente Obama, ante la crisis que no cesa, y que está afectando a una buena parte de la población americana con menos recursos, proponía en su programa para la próxima legislatura una medida que parece lógica, aumentar los impuestos a los más ricos para poder prestar servicios a los más necesitados. Craso error. Por ese flanco avanzaba Mitt Romney hacia la Casa Blanca. Argumentaba que los planes de Obama eran un ataque en toda regla al capitalismo. Un ataque que generaría la ruina del país. Y con ese mensaje avanzaba en las encuestas. Uno diría que los más ricos soportan una carga impositiva injusta y desmesurada. Pues habrá que preguntarles.
            Voces que no podemos considerar precisamente de izquierda, Warren Buffet, multimillonario, asesor económico de Obama y presidente ejecutivo de la Berkshire Hathaway, una compañía de inversiones- si de la Banca de inversiones- de gran éxito, renombre y eficacia capitalista,  publicó en el New York Times (se hace eco El País, 16 de agosto de 2011) un artículo titulado “Dejen de cuidar a los millonarios”. Ataca en dicho escrito la prórroga de las excepcionales medidas fiscales que, a pesar de la crisis financiera, están en vigor para beneficiar a las rentas superiores a los 250.000 dólares anuales. (173.000 €). Este tipo de privilegiados son los que tienen que pagar menos impuestos. ¿Acaso no nos recuerda esa situación a los privilegios del Antiguo Régimen?. Denuncia Warren Buffet que, mientras él, con una renta anual superior a treinta millones de dólares, sólo soporta una imposición del 17,4%, los trabajadores del último escalafón de sus empresas –pongamos un administrativo mileurista- soporta una carga impositiva del 36%.. Más del doble. ¿Es necesario argumentar algo ante semejante reconocimiento de injusticia por parte de uno de los privilegiados…? Sí. Es una “rara avis”, un traidor a los suyos. Tiene fama de filántropo.
            No obstante, Mitt  Romney navegaba hacia la Casa Blanca con viento favorable. Deriva esta extraña situación de esa visión sesgada del Estado. El Estado, como garante de la igualdad efectiva de la ley mediante la prestación de servicios es insostenible. Nos roba “nuestro” dinero con impuestos innecesarios, puesto que cada uno tiene la obligación de cuidar de sí mismo sin esperar demasiado de los demás.
                        Los únicos impuestos justificados son los que destinan a la seguridad,  pero están justificados por la propia conciencia de culpa del sistema. En muchas regiones del medio oeste, las condiciones de vida del pueblo americano son similares a los de la España del franquismo de los años sesenta. Campesinos depauperados, desdentados, sin recursos para atender a  su propia salud, sin trabajo estable, llevan prendida en la solapa de la  camisa astrosa la “chapa” con la esfinge del candidato republicano, porque el Estado nos “roba con impuestos” ¡Jodidos descerebrados!
            Los EE.UU. tienen el presupuesto militar más abultado de la tierra. Con sólo una parte de esos recursos mejorarían las condiciones de vida de toda su población, sin necesidad de aumentar impuestos, pero el capitalismo necesita seguridad que garantice su impunidad en cualquier lugar del mundo donde tenga intereses. Los gastos en agencias estatales de seguridad resultarían difíciles de precisar, toda vez que muchas son opacas e incontrolables. Y buena parte de los gastos que ocasionan, a todas luces, son innecesarios e inútiles. 
            Con esos recursos, África sería un continente sin hambrunas, con educación universal gratuita y con salud garantizada. Pero ya queda reflejado que el capitalismo es un sistema amoral. Importa el beneficio. Los seres humanos son solo un instrumento.
            Por si nos quedaba alguna duda, Jeffrey Sachs, economista, profesor universitario y asesor especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre los Objetivos del Milenio, proyecto de dicho organismo parar erradicar el hambre y la pobreza, -“El País”, 20-02-2011-, nos da las claves de este comportamiento de los políticos estadounidenses, sin diferenciar el partido al que pertenezcan: “La verdad de la política actual en Estados Unidos es sencilla. La política fundamental para los dirigentes de los dos partidos políticos es la de las reducciones de impuestos, en particular para los ricos. Los dos partidos políticos y la Casa Blanca prefieren reducir los impuestos a gastar más en educación, ciencia y tecnología e infraestructuras, y la explicación es sencilla: las familias más ricas financian las campañas políticas. Así, pues, los dos partidos atienden sus deseos”.
            La corrupción más genuina. La muestra más evidente de cómo el capital suplanta a la voluntad de las naciones. Es un ejemplo cínico, evidente, públicamente aceptado. Pero en el resto del mundo difiere escasamente.
            Sí; será un trabajo complicado. Como ponerle una herradura al tigre, que dicen en mi tierra.
    Y urge afrontar lo que nadie plantea, el verdadero problema de fondo, la globalidad; una herramienta nueva que ha dotado de fuerza extraordinaria a la fiera para sojuzgar a grandes masas de población,aprovechando la pobreza y la indefensión de las zonas más deprimidas de la tierra. Y la izquierda no tiene el valor de afrontar en profundidad ese problema. 
      Quizás es que no queda izquierda verdadera y lo que nos queda es solo una izquierda nominal, vacía de ideas y de compromisos con la humanidad. 
                        

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