lunes, 10 de febrero de 2014

5.- El oso en el colmenar

          En nuestro  caso, la alternativa política nos aproximará al precipicio. La alternativa es la derecha menos dotada de Europa, la más vacía de ideas, la más simplista, la más autoritaria  - ampara en su seno al tardofranquismo más resistente- y la menos experta en gobernar en democracia. El argumento definitivo para votar al PP es que, en cuanto Mariano Rajoy asiente sus posaderas en la Moncloa, la crisis empezará a solucionarse, se diluirá de hecho, como por ensalmo.
            ¿Mariano Rajoy generador de confianza para el capitalismo internacional?
       Más bien se caracteriza por un comportamiento irresoluto; deja que el tiempo solucione, por descomposición, los problemas, aunque sean tan graves como el caso Gürtel en la comunidad valenciana, por citar una comunidad; a nadie escapa que los anillos de la serpiente de la corrupción en las finanzas ilegales del PP se enroscan a cualquier comunidad donde haya tenido responsabilidades de gobierno en los últimos diez o doce años. Y en las comunidades que gobierna desde mayo la crisis no amaina; antes bien, parece agudizarse.  
           Rajoy es un perfecto desconocido en la esfera internacional, carece de cultura política y de relaciones fuera de las fronteras nacionales. Si ha de ganar la confianza de los mercados será a costa de medidas radicales contra el estado del bienestar, lo que reclama el capitalismo internacional:  reforma laboral que nos dejará a los pies del empresario, recortes en servicios públicos sobre los que se asienta la igualdad efectiva ante la ley, privatizaciones, aumento de los impuestos indirectos, ataque desproporcionado a la función pública previo desprestigio calculado, copagos, desprotección de muchos de los colectivos más desfavorecidos, política agresiva con las  comunidades autónomas, sin poder nacionalista  consolidado, que el PP no controle...
            Será como meter al oso en el colmenar. La hoja de ruta es tan evidente que uno no entiende a las encuestas que les otorgan mayoría absoluta.
            Añadamos que estos recortadores de las funciones del estado, inherentes a la propia razón de su existencia en la sociedad moderna, no caminan solos. Les acompañan los militantes de la indiscutible verdad revelada. Quienes pretenden forzarnos a la “recristianización” del mundo, si se me permite la palabra. Son lo que consideran que el aborto, la homosexualidad, el matrimonio entre personas del mismo sexo, los cuidados paliativos para una muerte digna son, además de pecados,  delitos civiles.
            Por tanto, cambiarán las leyes, sin respetar la diversidad de conciencia ni la diversidad humana. La derecha es excluyente por definición. No acepta que puede haber otras "verdades" que las suyas. No acepta que todas la "verdades" pueden vivir en armonía en  los espacios comunes que establece la Constitución. En realidad, les falta el hábito de vivir en democracia.
            Se espera con ansiedad, -se quiere convertir en parte de la campaña electoral que ha de devolverle el país, “su país”, a la derecha- que Benedicto XVI ataque con dureza esas pecaminosas leyes emanadas del parlamento español durante la celebración de esa fiesta mediática que han dado en llamar jornadas de la juventud y que intentan demostrar –están amparados en la manipulación como instrumento de poder desde hace siglos- que no costará nada a los contribuyente españoles. Ya cuesta aceptar en nuestras calles semejante dislate. Manifestación ritual y mediática de la única monarquía teocrática que sobrevive en el siglo XXI.
            Y en los últimos tiempos, además,  muchos de quienes se encuadran en estos grupos ideológicos enarbolan argumentos xenófobos frente al fenómeno de la inmigración, olvidados de que uno de las grandes amenazas que pende sobre el futuro de la Europa actual es el excesivo envejecimiento de su población. El integrismo ideológico es producto de la incultura. Se abisma en un desierto, si pierde de vista los muros del presente. A más certezas inamovibles, más temor a las propuestas de la creatividad humana, más resistencia a indagar otros caminos para la vida y para la organización de la sociedad.  Más miedo al hombre, en suma. El futuro no precisa planificación, no sea que se remueva alguno de los cimientos que nos da el dominio moral indiscutible, la autoridad de Dios .

            En este caldo de cultivo, no es de extrañar que el "15 M" haya surgido con fuerza ejemplar y resistencia extraordinaria. 

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