En nuestro caso, la alternativa política nos
aproximará al precipicio. La alternativa es la derecha menos dotada de Europa,
la más vacía de ideas, la más simplista, la más autoritaria - ampara en
su seno al tardofranquismo más resistente- y la menos experta en gobernar en
democracia. El argumento definitivo para votar al PP es que, en cuanto
Mariano Rajoy asiente sus posaderas en la Moncloa, la crisis empezará a
solucionarse, se diluirá de hecho, como por ensalmo.
¿Mariano Rajoy generador de confianza para el capitalismo internacional?
Más bien se caracteriza por un comportamiento irresoluto; deja que el tiempo
solucione, por descomposición, los problemas, aunque sean tan graves como el
caso Gürtel en la comunidad valenciana, por citar una comunidad; a
nadie escapa que los anillos de la serpiente de la corrupción en las finanzas
ilegales del PP se enroscan a cualquier comunidad donde haya tenido
responsabilidades de gobierno en los últimos diez o doce años. Y en las
comunidades que gobierna desde mayo la crisis no amaina; antes bien, parece
agudizarse.
Rajoy es un perfecto desconocido en la esfera internacional, carece de cultura
política y de relaciones fuera de las fronteras nacionales. Si ha de ganar la
confianza de los mercados será a costa de medidas radicales contra el estado
del bienestar, lo que reclama el capitalismo internacional: reforma
laboral que nos dejará a los pies del empresario, recortes en servicios
públicos sobre los que se asienta la igualdad efectiva ante la ley,
privatizaciones, aumento de los impuestos indirectos, ataque desproporcionado a
la función pública previo desprestigio calculado, copagos, desprotección de
muchos de los colectivos más desfavorecidos, política agresiva con las
comunidades autónomas, sin poder nacionalista consolidado, que el
PP no controle...
Será
como meter al oso en el colmenar. La hoja de ruta es tan evidente que uno no
entiende a las encuestas que les otorgan mayoría absoluta.
Añadamos que estos recortadores de las funciones del estado, inherentes a la
propia razón de su existencia en la sociedad moderna, no caminan solos. Les
acompañan los militantes de la indiscutible verdad revelada. Quienes pretenden
forzarnos a la “recristianización” del mundo, si se me permite la palabra. Son
lo que consideran que el aborto, la homosexualidad, el matrimonio entre
personas del mismo sexo, los cuidados paliativos para una muerte digna son,
además de pecados, delitos civiles.
Por tanto, cambiarán las leyes, sin respetar la diversidad de conciencia ni la
diversidad humana. La derecha es excluyente por definición. No acepta que puede
haber otras "verdades" que las suyas. No acepta que todas la
"verdades" pueden vivir en armonía en los espacios comunes que
establece la Constitución. En realidad, les falta el hábito de vivir en
democracia.
Se espera con ansiedad, -se quiere convertir en parte de la campaña electoral
que ha de devolverle el país, “su país”, a la derecha- que Benedicto XVI ataque
con dureza esas pecaminosas leyes emanadas del parlamento español durante la
celebración de esa fiesta mediática que han dado en llamar jornadas de la
juventud y que intentan demostrar –están amparados en la manipulación como
instrumento de poder desde hace siglos- que no costará nada a los contribuyente
españoles. Ya cuesta aceptar en nuestras calles semejante dislate.
Manifestación ritual y mediática de la única monarquía teocrática que
sobrevive en el siglo XXI.
Y en los últimos tiempos, además, muchos de quienes se encuadran en estos
grupos ideológicos enarbolan argumentos xenófobos frente al fenómeno de la
inmigración, olvidados de que uno de las grandes amenazas que pende sobre el
futuro de la Europa actual es el excesivo envejecimiento de su población. El
integrismo ideológico es producto de la incultura. Se abisma en un desierto, si
pierde de vista los muros del presente. A más certezas inamovibles, más temor a
las propuestas de la creatividad humana, más resistencia a indagar otros
caminos para la vida y para la organización de la sociedad. Más miedo al hombre, en suma. El futuro no
precisa planificación, no sea que se remueva alguno de los cimientos que nos da
el dominio moral indiscutible, la autoridad de Dios .
En
este caldo de cultivo, no es de extrañar que el "15 M" haya surgido
con fuerza ejemplar y resistencia extraordinaria.
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