sábado, 8 de febrero de 2014

4.- "Nos, nos consules, dico aperte, desumus"


"Nosotros, lo digo con claridad, nosotros, los cónsules, hemos fallado"
Cicerón . Discurso contra Catilina.

            Cuando pronunció este discurso Cicerón, a la sazón cónsul de la República, - en puridad, el equivalente al presidente de gobierno- la situación de la República Romana no era envidiable. La corrupción en las altas capas sociales amenazaba su estabilidad, y las circunstancias habían propiciado que se fraguara una conjuración para dar un golpe de estado. Reconoció, con altiva humildad, el error de quienes tenían encomendada la seguridad de la República, la falta del exigible celo en quienes habían echado sobre sus hombros esa tremenda responsabilidad pública.
            En el caso de España, aunque no es de los países que haya sufrido aun las peores consecuencias,- está a punto-  la crisis ha tenido un comportamiento más agresivo y repentino que en otros países, donde su proceso dañino se ha dilatado algo más en el tiempo. No es noticia que nuestra economía es frágil, sin los cimientos que produjeron las revoluciones industriales en Europa.
            El capitalismo español es, sobre todo, clientelar. Carece de iniciativas propias en buena medida y, viciado por los procedimientos protectores del franquismo de los que aun no se ha desembarazado, vive de las iniciativas del estado o de las administraciones periféricas (Comunidades Autónomas, Diputaciones, Ayuntamientos...). Hay, desde luego,  otras iniciativas modélicas en cuanto a comportamiento empresarial. No tienen, sin embargo, tanto peso como para habernos defendido de la erupción del volcán de la crisis, que siempre se ceba en las economías más dependientes.
            La Banca, por su parte, ha demostrado comportamientos irresponsables que debieran ser perseguidos por la justicia. La consecuencia es que el sistema financiero español está atrapado en miles de millones por la "burbuja" inmobiliaria; está  bajo sospecha y es responsable directo del encarecimiento de la deuda.  Voces interesadas nos predicarán que la culpa es de la ciudadanía, que  ha vivido por encima de sus posibilidades. Mienten. La verdad más evidente es que hay miles de viviendas sin comprador, miles de millones de financiación que habremos de reponer a la banca irresponsable con nuestros impuestos, mientras el estado recortará servicios esenciales para la igualdad efectiva ante la ley. Y eso, sin contar con el timo de la "estampita" de las hipotecas "sub prime" -basura- que les ha colocado el sistema financiero americano, ese pariente envidiado por sus éxitos.
            Como suele ser habitual en ese  mundo inmoral, casi siempre, los directivos que han ocasionado la catástrofe se jubilan con pensiones multimillonarias y dejan la ruina al Estado, es decir, al resto de los ciudadanos.
         El Estado y el Banco de España son corresponsables, porque debían haber velado eficazmente para evitar los daños colaterales a la ciudadanía. Los estamos padeciendo. Las causas de la dejación son un cóctel insalubre de complicidades, de interés en aprovechar la bonanza aparente -empleo, cotizaciones a la Seguridad Social, consumo creciente, ingresos por IRPF y por IVA... Por otro lado se daban las condiciones ideales de desorden y corrupción para la financiación  ilegal de los propios partidos en el poder y para la generación de un clientelismo agradecido. Sólo se trataba de esperar que el futuro incierto retrasara su llegada. El lema irresponsable que gobierna el mundo: ¡Detrás de mí, el diluvio! Pues el diluvio ya ha llegado.
            ¡Demasiada irresponsabilidad!
       Ya en plena crisis, los gobiernos de Zapatero se empeñaron, primero, en negarla; después, en considerarla pasajera y en ver brotes verdes donde había un erial y un futuro erizado de dificultades; por último, han perdido la compostura y la razón histórica de su existencia como partido y se han plegado, temblorosos, a los dictados del capitalismo europeo. ¡Qué magnífica oportunidad perdida para iniciar las reformas que el sentido común y muchas voces sensatas venían reclamando desde hace ya tiempo, y de enarbolar la bandera de la defensa del estado del bienestar que tanto nos había costado conseguir!
      Zapatero ya es historia. No se presentará a las elecciones. A mí los nombres propios me interesan lo justo. No acepto, salvo casos muy aislados, los liderazgos personales. Y eso, siempre, por respeto intelectual. Me da igual su renuncia. No creo que lo echemos de menos, porque su actuación en la crisis, llevado por el pánico ante la amenaza de intervención por parte del BCE, un instrumento más de ese capitalismo irracional,  deja a la izquierda sin demasiados argumentos. Creo que su falta de valentía, o  de convencimiento, condena a este país a un futuro lamentable, si, como vaticinan las encuestas, la derecha consigue la mayoría absoluta, o la mayoría suficiente para gobernar en coalición con los nacionalistas ¡Terrible!  Las condiciones son las ideales. Tendrán los argumentos necesarios para desmontar el Estado.
     En honor a la verdad, habrá que reconocer que Zapatero y sus gobiernos han sido víctimas de la urdimbre de la derecha, empeñada en repetir que la crisis es consecuencia de la mala gestión de ese gobierno. Afirman también que la derecha sabe gestionar infinitamente mejor la economía. Y que los gobiernos de Aznar fueron una buena muestra. Eso es sencillamente falso. Ni la crisis - ojalá- la generó Zapatero, ni Aznar gestionó mejor la economía de este país. Le tocó gobernar en una época de bonanza económica, en momentos que la prima de riesgo de España, Grecia y Alemania, por ejemplo, eran prácticamente iguales y ninguna circunstancia excepcional había despertado a los tiburones de la especulación. Pero, sobre todo, y esto lo calla la derecha que saca rédito siempre a la mentira o a la ocultación de la verdad, Aznar privatizó empresas públicas - descapitalizó al estado- por valor de billones de pesetas. Con ese remanente hasta un gobernante lamentable, como él, podría dejar saneadas las arcas del estado en una época de economía expansiva en todo el mundo capitalista.

            De algo no nos queda duda. Nos han fallado las instituciones que debían protegernos. 
     Durante muchos años nos fallaron los cónsules.

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