En honor a la verdad no han sido sólo nuestros
"cónsules". Parte de nuestra soberanía ya la hemos delegado a la
Unión Europea. Son los "cónsules europeos", en buena medida, los que
fallan.
Cuando explicamos en clase al alumnado que se inicia en el estudio de la lengua
latina qué juegos practicaban en la infancia los que luego montaron el Imperio
más duradero de la Antigüedad, hacemos referencia al juego de “caput aut navis”
-cabeza o barco-, exactamente nuestro “cara o cruz”. Intentamos que
entiendan por qué una “cara o una cabeza y una nave” en el caso de Roma.
La nave representa el orgullo de Roma, una potencia militar terrestre, que, en
su lucha por el dominio del Mediterráneo y sus riberas, hizo desaparecer a
Cartago, una potencia naval dominante de su época. Para ello precisó de una
reconversión industrial extraordinaria y en poco tiempo construyó una flota
poderosa, con innovaciones técnicas que le ayudaron a dominar el mar. Su
orgullo por aquel logro se plasmaba en sus monedas, anidaba en el corazón y en
el bolsillo de sus ciudadanos. Y la cara, porque es el gobierno, el soberano,
el emperador, el que establece el valor del dinero y lo garantiza con su imagen
grabada.
Ese hábito ha quedado ya para siempre en los acuñadores de moneda. El perfil de
reyes o presidentes es siempre visible en la moneda del país. Una de las formas
de practicar la soberanía de los países era acuñar su propia moneda y
establecer su valor. Y en momentos de crisis, esta soberanía se ha manifestado
mediante el cambio de valor de sus monedas, una devaluación generalmente para
resultar más competitiva en las exportaciones, o acuñando más moneda para dotar
al estado de recursos, aun con el riesgo de la inflación y el aumento de los
precios.
Pues es el momento en que conviene recordar que la crisis económica que
nos afecta tan poderosamente, y sus nefastas secuelas, no son problemas que
podamos gestionar completamente desde nuestra soberanía. Es un crisis
compartida por los países que han asumido el euro, como moneda única, y no
podemos establecer medidas unilaterales para paliar las consecuencias. Hemos
entregado a Europa parte de nuestra soberanía, pero en el diseño de la Unión
Europea han quedado aspectos sin solucionar que ,-ahora lo percibimos con
claridad-, hacen mucho más complicada la gestión de esta extraordinaria
situación.
¿Es Europa una parte del problema? Una buena parte de la ciudadanía así lo
percibe. Y esa percepción es justificable por la actuación del BCE, el Banco
Central Europeo, el regulador del euro. La economía tiene reglas complejas para
el común de los mortales; no las han establecido los buscadores de
soluciones, sino los buscadores de beneficio. Pero hay aspectos evidentes, que,
incluso, los que no conocemos sus reglas secretas, podemos distinguir. Y si
distinguimos los hechos, podemos también establecer las causas que los
originan.
Buena parte de los países europeos está siendo pasto del capitalismo
especulador que encarece la financiación de los estados cobrando altísimos
intereses por la deuda de los mismos. Ese encarecimiento de la deuda está
detrás de la crisis y de la percepción de que nuestros derechos, tras siglos de
perseguirlos, plasmados en el estado del bienestar que los partidos de
izquierda europea hicieron posible -no conviene olvidarlo -, con la
colaboración de los demócrata-cristianos, empiezan a ser cuestionados o
directamente conculcados.
No obstante, el Banco Central Europeo, al que otorgamos parte de nuestra
soberanía aceptando la moneda única y su función reguladora, no nos defiende de
ese ataque especulador. Antes bien, presta dinero a los especuladores - la
banca europea- al 1% para que la propia banca europea especule contra los
estados comprando deuda a interés superior al 6% en ocasiones ¿....? ¿Para qué
hemos concedido esa parte de nuestra soberanía, entonces, si el organismo
regulador se convierte en el proveedor de los medios con que los especuladores
labran nuestra ruina...? ¿Permitiría eso la Reserva Federal Americana? ¿Lo
permitiría el Banco de Inglaterra?
Evidentemente, algo falta por hacer. Voces muy autorizadas, expertas y creíbles
denuncian que la unión monetaria no basta, que hace falta la unión fiscal, y,
sobre todo, política. Este enorme conglomerado humano, -500 millones-, con un
P.I.B. de 15 Billones de euros, con la mayor calidad de vida de la tierra, con
democracias estables en casi todos los países, debería ser capaz de afrontar
con mayor eficacia los problemas, a pesar de que durante una buena parte de la
historia de la humanidad se ha dedicado a desangrarse en guerras
intestinas o mundiales.
Mi percepción es que Europa no forma parte del problema; el problema es, más
bien, la ausencia de un auténtico órgano de poder político para la Unión. Hoy
los dictados que emanan de Bruselas se rigen exclusivamente por los criterios
económicos dominantes - control del déficit- que se imponen duramente a los
gobiernos, especialmente al de los países más afectados por la crisis. No son
medidas técnicas. Son medidas ideológicas. Tienen su fundamento en la ideología
liberal dominante en una buena parte de los gobiernos europeos, especialmente
en Alemania.
En
realidad, también hemos entregado ya la soberanía política. De hecho, hay
gobiernos impuestos a cuya cabeza se ha colocado a tecnócratas procedentes de
la Banca Internacional. Pero políticamente, en el sentido estricto, nadie
nos representa de verdad en la toma de decisiones. Nos toca ser súbditos de
quienes defienden los intereses del liberalismo más radical de las últimas
décadas, y los derechos de la ciudadanía, marginada de la toma de decisiones,
se van por los desagües.
Certerísimo tu análisis. Estoy leyendo un libro de Julio Anguita, Contra la ceguera, y curiosamente él ya hacía este análisis hace veinte años, cuando se opuso a Maastrich.
ResponderEliminarEstoy publicando escritos del 2011, antes de las elecciones generales de noviembre, cuando se ha terciado analizar la situación del diseño de la Unión Europea. Antes no tuvimos necesidad de plantearnos esas cosas porque todo iba bien y el funcionamiento de la maquinaria nos pasaba desapercibido. Anguita estaba en la sala de máquinas hace veinte años; debía saber más que nosotros. No conozco ese libro, pero la realidad es una y el análisis objetivo debe ser coincidente, desde luego, si uno lo hace desde la perspectiva humanista, es decir sobre las consecuencias negativas que un mal diseño acarrea a los pueblos colectivamente considerados y a las personas. La Europa comunitaria está muy mal diseñada; es un club de socios ricos al que se nos ha permitido acceder como fuerza de consumo o de productividad barata. Punto.
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